Soñador, pues no temes al despertar.
Qué decir queda después del último amanecer. Sin la condición de estar somnoliento, mueren las lágrimas al golpear con los labios, pellizcas la mejilla buscando sentirte real. Tras la pesadilla aparece el sol a barrer los vestigios de la abulia, la exasperación y la impotencia del no poder ser. No pudiendo encadenar las letras que conforman tu victoria, exhalas un soplido que, sin fuerzas para tumbar al mundo, levanta los cimientos del nuevo Yo.