lunes, 11 de mayo de 2015

Paraguas sin color

   Ya no llueve en mi habitación.

   Llegó ella, bueno, más bien nos tropezamos. Creo que sin equivocarme, es el rubí más bonito con el que he chocado. Iba con un vestido rojo que caía hasta las rodillas, un poco más. Una melena marrón larga, ojos que radiaban felicidad y una sonrisa roja a juego.

   Llovía a mares y yo andaba a paso ligero bajo las cornisas de las casas. Hasta que tropecé con aquel punto rojo. A primer golpe, fue bonito. Llovía y me mojaba, mientras andábamos juntos, conociéndonos. Yo, bajo su paraguas y manteniendo las distancias por la timidez y el desconocimiento, no era capaz de entender que había abierto mi pecho a un cuchillo afilado.

   ¿He dicho que llueve? Porque lo hace, y cada vez más.

   Al final, después de todo, soy capaz de acercar mi cuerpo con el suyo, para compartir calor mientras llegamos a nuestro destino. Agarro su brazo, la miro y asimilo. Me gusta verla y escuchar su voz, me gusta que llueva. Cuando llueve todo es mejor, más bonito. Y me gusta mucho, pero mucho, que llueva mientras estamos en un mismo paraguas.

   Caminamos, cada vez a paso menos ligero y más distantes. "¿Por qué?", es lo que retumba en mi cabeza, y todavía sigo sin encontrarle respuesta. Quizá solo fuera un bonito recuerdo, un "nivel" de la vida en la que si lo miras con atención, verás que has crecido como persona a pesar de haber sufrido tanto. Pero me bofeteó la cara mientras yo sujetaba el paraguas. Mientras me quedaba atontado bajo la lluvia queriendo saber qué ocurría. Pero no. No hay respuesta ni tampoco lluvia. Solo un paraguas en mi mano y un punto rojo marchándose hacia la lejanía, sin mirar atrás, sin un beso de despedida, sin una caricia de afecto.

   En pie, con dudas en la mochila y dolor en la muñeca de sujetar aquel paraguas. Mirando al lado contrario del punto rojo, podía ver una tormenta a punto de estallar.

   Vuelve a llover en mi habitación.