jueves, 30 de julio de 2015

Condición imaginaria

    La vida no tiene música de introducción, tampoco música de ascensor por la mitad de los años ni un estribillo para cantar en las salas de espera. Así es como, cuando la cordura lo pide, tengo que elegir entre acariciar tu suave silueta tejida con seda twill, o acariciar con las dos manos tu fino y delicado cuello para así cerrar cualquier vía de escape y, todo sin música.

    Anidan en nuestros sueños, pájaros destinados a chocar contra el suelo si no aprenden a volar. Así pues, otros buscamos un nido en el que hacer realidad nuestros sueños. En las dos formas, normalmente, acabaremos estrellándonos contra el suelo haciendo reventar nuestro cráneo en tantas partes como derrotas hayamos tenido. Al menos tenemos a nuestra señora de la limpieza recomponiendo trozos, dando palmaditas en la espalda y quitando el polvo.

    Tengo un problema con la música y contigo, que a la primera cuando quiera la puedo tocar y a ti nunca te he visto. Me parece inverosímil que, lo que más cerca sientes, más lejos de ti coge asiento en el autobús. Disparo preguntas al aire a ver si con suerte mato algún pájaro el vuelo y cae una botella con la respuesta dentro. Pero mi abuelo decía que con este pulso nunca acertaría. Razón no le faltaba. Por eso llevo tiempo dejando los exámenes en blanco.

martes, 14 de julio de 2015

Alma desnuda

   Más que de mirar el tiempo pasar, ella era de las que giraba las manecillas del reloj hacia la izquierda, como cuando te arrancan el corazón por la fuerza. Tampoco le gusta las tazas para zurdos y rompía las asas con el fin de poder coger la cafeína con las dos manos y ver el sonido del silencio cuando desayuna para ir a clase. Lleva consigo una mochila en vez de un bolso, le incomodaba tener un lado desnudo y ser el blanco de cualquier mano que pudiera acercarse desde su espalda rodeando la cintura para darle los buenos días desde la mejilla. Enfrentaba la vida de cara pero por su seguridad y con refunfuño, miraba a los lados antes de cruzar la carretera. No le cae bien la gente que coge el cuchillo con la mano del reloj, ni los que cogen con la mano entera las cucharas;prefiere a la gente que las coge como un artista, con delicadeza. No le gusta los mandos con el volumen a la izquierda. Cuando preparaba el té  lo tomaba sin pastas, comer le distrae del paisaje y sabe lo triste que es no ver una mirada sonreír. Se levanta con el pie derecho y dejaba caer la melena al mismo lado con el que pisa, muestra seguridad con cada peinado. Le gusta ver amanecer. Odia el atardecer y la cobardía del sol al esconderse por su izquierda, pero en el fondo agradece poder leer poemas en la hierba, acobijada por el manto de un árbol y con la sonata del cielo naranja, música para la vista. Tiene cierto aprecio a la gente que escribe mayúsculas tras los puntos y no exagera las exclamaciones. Su mirada no forma parte de la gente que deja las cosas a medias. Ha dejado de asistir a las cenas familiares porque siempre son los adultos los que hablan con ese aire de superioridad y creyéndose mejores que el entrecot cocinado por la abuela. No le habla a nadie, ahora lo hace todo a pluma sabiendo que no siempre encontrará respuesta y por lo tanto no se pondrá nerviosa al ver unos labios titubear sin saber qué ni cómo responder. No le gusta sentirse desnuda y con el corazón envuelto en una manta de espinas.