domingo, 9 de agosto de 2015

Afrodita

    Desde que te fuiste, las estrellas son lo único que recuento por la noche, necesito asegurarme que siempre hay menos estrellas en el cielo que besos en mis labios cuando, tú todavía te atrevías a hacer que mi nombre saliera de entre tus jugosos labios teñidos de rojo carmín. Digamos que, hay veces en las que me gusta caminar de espaldas y llegar al momento donde, la única forma con la que podía hacer parar nuestro tiempo, era pasando horas con tus piernas en mis hombros, ¿recuerdas? Hace dos años, cuando Grecia dormía mientras nosotros danzábamos desnudos. Me pediste que llevara la Polaroid que mi padre utilizaba en su niñez para masturbarse con las fotos de la vecina. Era por el morbo, ¿no?

    ¿En qué pensábamos? No lo recuerdo exactamente, pero creo que tampoco quiero hacerlo.

    Aterrizamos en suelo griego el 14 de Marzo, a las 19:57. Las maletas llevaban el peso del viaje dentro y fue agotador el camino al hotel. Parecíamos sacados de un cuadro barato con nuestras pintas de extranjeros. Conocimos lugares nuevos e insólitos. Nos conocimos un poco más a nosotros también, ¿verdad? Aunque creo que los dos pedíamos a gritos volver al hotel.

    Vestías el babydoll negro, aquel que compraste para una ocasión especial y te pusiste por primera vez. No sé si era el momento o la casualidad, pero cogí la Polaroid de entre las maletas para aprovechar el momento, cuando tú me esperabas apoyada sensualmente en la pared, transparentando tus atributos y haciendo que perdiera la cabeza para encontrarla encima de ti. Te me acercabas cuando ponía el ojo para imprimir tu imagen, lentamente como una pantera, buscándome. Y me llevaste foto por foto a la cama, pidiendo más fotos y un poco de mi paciencia antes de acabar follándonos a la pasión. Sentada, con las piernas a medio cruzar y mirándome a los ojos como quien no ha roto un plato nunca. Tarareando bajito, acariciando de arriba a abajo todo tú, levantando muy lentamente la lencería para señalar dónde querías que acabasen mis manos. Pasaba por mi mente en la forma con la que quería meter los dedos, cocinando a fuego lento tu orgasmo. Sintiendo en la boca el calor que emanabas. Dando los besos que después se darían por perdidos. Cruzando las miradas en un ritmo asonante de sexo. Con la fría pared en tu pecho y el calor del mio en tu espalda. Desnudando tu alma cada vez que gemías mi nombre. Acabamos con mis dedos hundidos en el mar y tu cara vestida de blanco.