martes, 22 de diciembre de 2015

Ahogado

     Todo comienza con un pequeño suspiro, la mirada fija en el plano mar y la salada brisa activando los recuerdos que guardas en la mesilla. Pequeños barcos, en la lejanía, que escapan de entre tus dedos. Juegas con ellos, intentas aplastar a los que parecen reyes del mar.  Pero no se puede porque no tienes poder, tampoco fuerza ni conocimiento. Es fácil aplastar el ligero viento que recorre tu mano hasta la punta de los dedos, es fácil aplastar algo que no ofrece resistencia ninguna.

     Lejos está el sol y lejos estás tú. O soy yo el que se aleja y deja de caminar en paralelo entre las fantasías escritas en mi cabeza y el mar. Es así que no me gusta cerrar los ojos cuando la luna empieza a salir -creo que es para acostumbrarme al brillo-. Diría yo haber encontrado una relación entre eso y "aprender de los golpes".

     Estoy intentando aguantar hasta cinco la respiración, hacer ejercicios que requieran poco esfuerzo y manejen un 4/4 en la partitura, a corcheas. Creo que estas son de entre todas, la figura musical que más ha llamado mi atención, constante y entretenida, rápida y concisa... yo sigo caminando a la orilla del mar.

     Chapoteo en mi mente -me da vergüenza hacerlo solo y más solo en público- y riego las ideas. Tengo claro que la mar salada no es para nada una opción correcta pero me gusta complicarme con las cosas sencillas. Y así ando... o chapoteo. Por más que espere las plantas no van a crecer, ¿verdad?

     Recuerdo de una canción que decía "porque hasta el mejor paseo por la playa, llega a las rocas". Pues yo intento llegar, chocar y seguir adelante. Me gustan los retos, odio perder y me encanta ser cegado. Aunque creo haberme ahogado de tanto chapotear.