domingo, 16 de julio de 2017

Caminos

Sales vacío, después de liberar las incongruencias y el estrés del día. Atravesando un "prohibido el paso", todos tus sentidos hacen caso omiso al significado y resultado que da este aviso. A tus espaldas la tempestad bailando con el ruido psicótico. Caminando recto, peldaño a peldaño, cruzando la selva metálica y óxida, con la esperanza de sentir la marca del olvido y llanto. Pero... no. Siguen tus pies la travesía, en dirección al pozo de calor por el que pasas cada atardecer, mirando fijamente a los ojos de los que caminan sin alma, los que caminan aguantando las ganas de llorar porque al llegar a casa no sabrán si cruzarán la mirada con la parca, los que corren con una sobredosis de felicidad y se convencen de que hubieran sido más felices al haber dicho que no a ese trabajo que los ata del cuello. Muchas historias que leer solo mirando a los ojos, diferentes formas de ver el mundo y diferentes formas de derramar lágrimas. Esperas acertar porque: es entretenido imaginarse la vida de alguien y tratar de acertar.

Paso a paso, con las horas atadas a las muñecas, abandonas la travesía por el risco en el momento que el ocaso se ha instalado en tus hombros, para dirigirte directamente hacia Caronte. Esperando sentado, alzas la mirada en busca de esa luz, apostada en los ojos de la persona sobre la que soñarás fantasías, historias y momentos de paz, para darte cuenta que nadie te mira con deleite.

Estás dentro y, tras acomodarte en tu sitio, te pones a buscar otra vez esa luz, ignorando que ciega la misma y acaba siendo un sol urente. Todo por soñar. En poco tiempo, te olvidas de mirar para concentrarte en tus otros sentidos. El ambiente se nota cargado y desalentador por las almas como la tuya que han dejado de lado la humanidad, esperando llegar a casa y retirarse hasta nuevo aviso. De un momento a otro deja de haber sonido, se apagan las luces y quedas solo tú. Solo queda pensar.